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El sueño.

Abrí los ojos. No podía distinguir si era martes o jueves o domingo. ¿Habríamos dormido tanto? No nos acordamos de cerrar los postigos, pero la luz de ese sol que emborrachaba no nos impidió un sueño profundo y tranquilo. Creo que me desperté porque escuché un bocinazo que venía de afuera. O tal vez me desperté y luego oí el bocinazo. No sé. Me estiré en la cama y giré hacia mi derecha. No estabas. Vi la puerta de nuestro cuarto abierta. De pronto una sombra. Eras vos. Te espié. Estabas apoyado en la ventana del living; fumando, descalzo y sin remera. Me quedé obnubilada observándote como dos minutos. Siempre tan perfecto. Te miraba y pensaba lo lindo que estabas con ese vientito que entraba y movía las cortinas y hacía que me llegaran el humo y el gusto de tu cigarrillo parisino. Me dieron unas ganas de fumar. Estiré el brazo y encontré mis lucky. Saqué uno y lo sostuve con la boca mientras me sentaba en la cama tratando de hacer el menor ruido posible. Lo prendí y empecé a
Íbamos caminando entre las góndolas. Mis viejos iban medio metro adelante mío. Me puse a pensar en qué debe tener de divertido ir a coto a mirar juegos de jardín o televisores y se los pregunté. Mi mamá se rió. Mi papá dijo que era como la quinta queja que me escuchaba en los diez minutos que llevábamos ahí. Entonces no dije nada más y empecé a mirar a la gente. Me di cuenta de que había muchas parejas. Me detuve especialmente en una. Tendrían 45 años cada uno. Estaban mirando unos almohadones tipo hindúes. Con lentejuelas y muy coloridos. A ella le gustaban. Los quería llevar y se lo hizo saber a su marido, que le dijo que eran lindos pero tenía cara de que le parecían espantosos. Después creo que se fueron. O me fui yo. Me lo imaginé a él, sentado en el sillón de su casa. Con la televisión prendida. Los almohadones hindúes sobre el tapizado beige. Pablo (tenía cara de Pablo) apoyando los codos sobre las rodillas, la cabeza pesada, entre las manos; mirando los horribles alm
la fecha no importaba vos fumabas un cigarrillo en el patio del colegio y me pareciste lindo yo no fumaba era temprano estaba fresco y yo era nueva ahora no lo entiendo y ese día no lo sabía qué loca la forma en que un día podés aparecer en cualquier plaza en cualquier esquina y encontrarte con alguien a quien desde hoy y como a vos le va a cambiar la vida
me encanta recostarme en tu cama el frío de la espalda sobre la pared y de repente tu cabeza en mi hombro en mi pecho en mis piernas jugar a hacerte cosquillas en la nuca y que pongas esa carita de que estás cómodo así contradictorio incómodo porque estás torcido y contento porque es conmigo sos tan lindo que te quiero para hacerte caminar diez cuadras por un algodón de azúcar que decís que no te gusta y terminar los dos con la lengua rosa te quiero para que durmamos la siesta y nos despertemos a cualquier hora te quiero para muchas cosas para todo lo que te guste para lo que te (nos) haga bien para que un día redescubrir que te amo porque el día está tan feo y puse el reproductor en aleatorio asesiname y te amo y a fuerza de una lágrima otra vez me asesines
Me levanté del piso y entré raudamente en la habitación. Esperaba encontrarte despierta; recostada en la cama aguardando la llegada del sueño. Quería caer de un salto sobre el colchón, tomarte de la cintura y besarte. Besarte muy fuerte, acariciarte el pelo y que me mires con esa sorpresa con la que me mirás cuando de un momento a otro nos encontramos en la cumbre de un placer que sólo alcanzamos cuando, como hoy, pasa el día y casi no mediamos palabra porque somos tan zonzos y nos enojamos. Y más que enojados estamos tristes por habernos enojado. Qué tontos. Pero ahora; ahora que mis manos, irguiéndote, tornan tu indiferencia gris en una tersa ternura que llena tus ojitos de lágrimas de perdón y te perdono ; ahora ya no importa. Sin embargo no hay indiferencia, no hay manos que te alzen ni ojos que lloren. Porque entré al cuarto y vos dormías muy linda, de cara a la pared. Abandoné mi primera idea y me tomé todo el tiempo que, sólo hasta que abrí la puerta, pensé que no tendría.
pretendo una intimidad que nos encuentre completamente vestidos, mojados porque caminamos varias cuadras bajo una lluvia torrencial que antes fue una garúa intermitente pretendo un día encontrarnos en cualquier lado, podría ser parados en una esquina esperando que la luz del semáforo se torne verde y de repente sentir tu mirada penetrante y tibia cruzar la calle sabiendo que tus ojos me dijeron que me querés y que estoy linda aunque recién vengamos de la playa y el viento me haya despeinado tanto que de repente septiembre sea julio y estemos tirados en tu cama porque en cinco minutos cumplís veinte años pretendo que un día el café ya esté frío, porque nos perdimos en la mesa de cualquier living contándonos que éramos chicos y un día tiraste un fosforito por la ventana  y que rebotó en el marco entrando de nuevo al aula: la maestra te retó pretendo que cualquier tres de cualquier día de la semana de cualquier mes, vos todavía recuerdes que nervioso y alegre "vos y y
me gusta tu boca porque aunque a veces corta y me lastima es tu boca y deja heridas lindas
Salir de casa. Caminar apurada. Llegar. Verte y que me veas. Un abrazo de no te suelto nunca pero nos soltamos porque hay que cruzar la calle y cuidado, aunque nunca pasa ningún auto. Un portón. Tres puertas más. Jugar con tu perra. A veces saludar a tu mamá. Escalones en los que voy dejando tirados los te extrañé te extraño no te voy a extrañar más. La puerta que se abre. Que se cierra. Un abrazo y varios besos interrumpidos por un lucky y un parisienne resignado. Un suspiro de está bien. ¿Qué querés oír? No sé. Seguro Lisandro. A veces el Indio o Luis. Cuando queremos llorar Charly. Otras veces un playlist que preparaste con minutos y segundos exactos para apretarme contra el colchón, tener tiempo de cerrar las cortinas o sacarme el suéter, incluso que caigan un par de lágrimas que me encanta juntar con la yema de los dedos.  Un beso. Muchos besos. Que me muerdas que me digas que me pidas. No quiero y por qué no y porque no. Otro beso y te amo. Entonces paz. Frío
qué lindo encontrar en alguna caja un papel burbuja explotarlas de a una plop - plop - plop y después plopplopplopplop inevitablemente, todas juntas qué extraña esa contracción de todo el cuerpo cuando casi se nos cae algo de las manos y se salva por un centímetro más de mesa un pedacito más de colchón o un codazo y no se salva nada y pum plaf crash la taza en diez pedazos el control remoto que no anda más el susto qué idiota cuando ay sin querer nos mordemos el labio y quedan una marca, un ardor, sangre y saliva y qué boluda insoportable qué dolor cuando explotamos en lágrimas primero de a una después un llanto incontrolable que puede alternarse con frazadas hasta la frente o un rincón en la habitación qué dolor caer romperse el jean, rasparse las rodillas caer hundirse en nada y enojos y soledades qué dolor cortarse por accidente - o no- que te despedacen que te desarmen y sangres

Laura va

14 de julio Curioso que no me importe que llueva a cántaros cuando dejé las ventanas abiertas de par en par. Creo que fue intencional. Tenía ganas de preocuparme por algo al llegar a casa. Más que ganas, tal vez la necesidad de llegar y ver las cortinas chorreando, los papeles inteligibles, el piso inundado. Ahora me arrepentí. Un Cortázar oficiaba de pisapapeles sobre la mesa que ahora debe ser lago. Aún no llegué, pero ya lo estoy lamentando. noche No tuve que preocuparme por el libro, ni por el piso, ni por las cortinas o los papeles. Violeta, la chica de la casa de al lado, justo pasaba por mi ventana abierta cuando empezó a lloviznar, y decidió cerrármela para "evitarme un disgusto". A lo mejor yo hubiera querido que el libro (vale aclarar, Un tal Lucas) se empapara y las hojas se rompieran cuando las pasara. Tal vez quería ponerme a llorar mientras esa garúa molesta, que moja sin mojar, me inundaba la habitación, el cuerpo, los ojos; porque el libro se había
violencia sería que miraras a cualquier otra persona de la forma en la que sé que me mirás a mí cuando estoy de espaldas, buscando un encendedor en la mochila y no lo encuentro, prestame el tuyo violencia que un día te dijera que te quiero y no me respondieras nada violencia mentir violencia la incertidumbre, el miedo, el desamor violencia que yo esté escribiendo suposiciones casi a las tres de la mañana porque me levanté de golpe de la cama con una sensación inexplicable, queriendo encontrarte en el sillón de mi casa
el aire es libre notetoco no te toco n o  t   e    t     o      c       o aunque tengo tantas ganas de tocarte de pasear mi dedo índice por tu clavícula izquierda te acordás de cuántas veces nos tocó a los dos ese silencio frío con nudo en la garganta y tantas ganas de llorar yo no no me acuerdo porque tal frío no existe tal silencio no nos toca
La luz estaba apagada. Las manos le temblaban, las piernas comenzaban a perder su fuerza y se le acalambró el estómago. El humo que salía de la colilla del cigarrillo que cayó al suelo se disipó, y de la boca de Valentina se escapó un suspiro entrecortado que viajó por toda la habitación. Pestañeó dos veces, tal vez tres. Volvió a cerrar los ojos, apretando los párpados con fuerza, como deseando no volver a abrirlos jamás. Trataba de olvidar la inmensidad de su agonía perdiéndose en las coloridas formas que le generaba la constante presión sobre sus ojos. Tomó aire y su respiración comenzó a pausarse, a volverse casi imperceptible. Desde lo más profundo de su ser nació un grito que quería sumarse al suspiro que lo precedió. Valentina se mordió los labios y el grito se desvaneció antes de huir de su boca. Una extraña fuerza empujaba desde su interior haciendo que la joven se retorciera y tirara las frazadas que cubrían su cuerpo. Colapso. Temblor. Valentina no pudo más. Abri

Acróstico

podría decir una infinidad de palabras perfectamente ordenadas y que ninguna me representara nada como puedo también decir f r í o a l e g r e c ó d i g o u n o n o v i e m b r e d o s o í r y que aquel vórtice de letras-palabras-sentidos solamente recree tu imagen en un lapso similar al de un curioso y espontáneo estremecer del cuerpo-alma que no puede hacer nada más que durar

sh

quiero que me des tus silencios no sólo ese que esconde tu voz y se aloja en tu garganta quiero el silencio de tus pupilas cuando se dilatan y quiero también el de tus brazos cuando me rodean y me guardan
tu boca es un atentado vandalismo escape tu boca es bomba casera obscenidad delicada tu boca es bala que se fuga de una nueve milímetros cuando es de noche y hay silencio miedo

(in)credulidad

Estaba oscuro. Rocé tu mano que no estaba y te escuché tragar saliva. Tu ausencia era un espacio vacío que se agrandaba con el correr de la noche y sólo encontré tristeza. Di vueltas. Tenía los ojos cerrados pero advertía alguna luz proveniente de la calle. Dolor punzante. Atroz. Trémula sensación de ansiedad que no se disipa y muta en agonía. Abrí la ventana, e inmóvil te busqué con la mirada en la vereda de enfrente: Nada. Un gato y persianas cerradas. Nada otra vez. Un auto que pasa. Nada siempre. Mi cuarto era una mancha oscura. Densitud de lluvia y de nuevo tu no-estar. Y mi cuerpo... ¡Ah, mi cuerpo! Arrumbado sobre la cama deshecha. Menos valioso que mi sombra fundida con otras sombras y proyectada en la pared. Toqué mis clavículas. Me aferré a ellas deseando ser real. Lloré, y me sentí más ficticia que nunca.
Somos revolución, somos vida, amor somos querernos todos los días, somos entender que los silencios pueden decir más que las palabras, y somos la capacidad de reducirlo todo a un infinito abrazo somos miedo y grito somos llanto y temblor somos cuerpo(s) mente(s) alma(s) y la prueba de que uno más uno no siempre es dos duremos, seamos más que el tiempo quedémonos, seamos instantes eternos.

i n t r o s p e c c i ó n

miro el suelo mitad de concreto mitad de tierra hay tantas hormigas como colillas de cigarrillos pienso en vos te extraño (y cuánto) hace calor y me duelen los pies porque estoy deambulando desde hace horas en zapatillas acá es de día allá debe ser ya de noche y seguro tenés frío debés estar fumando un cigarrillo en la ventana de tu cuarto puedo imaginar cada uno de tus movimientos, cada exhalar del humo, cada vez que te tocás el pelo yo también estoy fumando un cigarro con la diferencia de que estoy en un patio al que dan unos departamentos que, me parece que están abandonados me da miedo este lugar tengo miedo y estoy sola todos se ríen de mí y estoy sola hay un graffiti rojo pintado en una puerta que alguien tapió  pasa un hombre caminando y nos ignora o, los ignora yo no estoy ahí yo estoy lejana, yo estoy ausente apoyo los codos sobre las rodillas y sigo a las hormigas con la vista vienen van esquivan mis zapatilla
I will never let you go, and as hard as I fight the idea of forever with you out from my mind, I will always remember what it feels like to imagine it. Dark nights consumed with nothing but the thought of you filling me up, and flowing out.
wounds will heal and scars will fade you’ll be okay
No va a haber más lunes, ni dolores de cabeza. No va a haber más mujer que te mire con rencor, con enojo. Que te espere detrás del teléfono con un reproche y un -  no te quiero ver más - Y no, no te va a ver más. O, al menos vos no la vas a ver más. El comienzo del invierno dejó en la calle un eco infinito y desolador. Desde tu ventana podés ver que un gato desfila por el balcón de enfrente, y nada te alumbra a excepción de la luz de un poste, que entra por la ventana. No te queda más. No hay padres orgullosos de vos. Ni trabajo. Ni hablar de dinero. Tampoco un amigo con quien charlar. ¿Cuántas veces lo pensaste y repensaste ya? Prendés la radio y suena un blues de... de - ¿Cómo se llamaba éste tipo? No importa. Suena un blues, a secas. Te bañás, te afeitás y - ¿Dónde habré guardado el traje? No sea cosa de que la muerte te encuentre mal vestido. Luego un malvoro. El último malvoro del paquete. El último malvoro de tus 32 años y tu soledad. Vas a tu cuarto
I am here and you are there, but I can still feel your breath on the back of my neck, and I still ache for the heat of your body in this bed next to me. I am here and you are there, but I still see you everywhere.
esa opresión en el pecho, la sensación de algo que se inunda es como humo, que sube y baja, que se expande y llena todo un espacio entre el estómago y la garganta creo que ahí, en aquel lugar y toda acurrucada, debe estar el alma

de vuelta a los altos mambos

por ahí el amor no es caminar abrazados por la calle y mirar todo como si fuera de color rosa y estuviera lleno de corazones a mí nunca me gustó eso, pero me parece que ahora sí por ahí el amor es que estemos tirados en una esquina escuchando los redondos y hablando de cosas que sólo nosotros entendemos y después fumemos uno y nos de tanta paja caminar que nos quedemos dormidos ahí nomás y después hagamos cada uno la suya y nos volvamos a ver después de algunos días y otra vez veamos todo como si fuera de color rosa y de color rosa o hablando de cosas raras nos sigamos queriendo mucho (qué lindo se siente volver a postear de estos mambos que, por primera vez, son lindos)
Quiero volver a verte, allá, a lo lejos. Descubrirte mirando la luna en la oscuridad del cuarto. Seguir la luz intermitente de la brasa de tu parisienne para, a tientas, llegar a vos. Perderme entre los muebles, casi tropezar. Adivinar el camino con las manos, rozando las paredes. Era hermoso saberte solo. Solo conmigo. Solos los dos. Quiero volver a verte, allá, a lo lejos. Fumando un cigarrillo interminable. Guiándome. Esperándome.
y cuando te pregunten quién sos no vas a saber responder y lo pensás si vos en realidad sos un no entendí y una risa ronca si vos sos huesos y piel y un par de ojos mal pintados si vos sos la eterna gula y el nudo en la garganta de una noche en la que te dejaron plantada si vos sos un paquete de cigarros y las ganas de dormir todo el día si vos sos todo eso y todo eso es tanto y tan poco
soy consciente de lo poco que dura todo de que aquel cuerpo cuyo brazo roza el mío es tuyo de que estamos acostados en esta cama desde hace nueve canciones de que yo podría no estar y sería lo mismo soy consciente de las palabras que no son tuyas que no son mías que son de todos y a la vez de nadie soy consciente de lo efímero de cómo lamentás otra ausencia de cómo con un beso intentamos enmascarar una verdad inminente y de cómo somos la mentira más dulce y soy consciente de que aún creyéndola (creyéndonos) yo podría no estar y sería lo mismo
Quisiera poder guardarte en una cajita en donde tengo collares, cartas y piedritas atesorarte como a esos recuerdos de veredas vacías a la hora de la siesta y de besos que robábamos cuando jugábamos a las escondidas sacarte de ahí y mirarte un rato largo; cuidarte de que nunca tropieces y te raspes las rodillas recordar cada momento que pasé junto a vos y ordenarlo por fecha por estación y por sonrisas voy a guardarte en una cajita en la que ya no van a entrar ni collares ni cartas ni piedritas.
La mirada que se advierte incluso a través de unos párpados cerrados y llenos de venitas violáceas, que resaltan aún más al rayo del sol. La felicidad, que danza y se esconde en la comisura de tus labios. Dudas que se filtran en un suspiro a destiempo y se deshacen en un beso. Y nosotros nos sentimos enteros, inexplicablemente complementarios y el amor nos deja un nudo en la garganta de miedo placentero.
y qué si sos una egoísta y una hija de puta y qué si tus amigas te dicen - llamalo - pedile perdón y vos no tenés ganas de llamar, ni de pedir perdón, porque sabés bien que la que tiene que disculparse no sos vos qué si un día te despertaste con la duda de si alguna vez hiciste las cosas bien y no encontrás ninguna respuesta y qué si un día decidís que se pueden ir todos a la mierda o aún mejor, la que se puede ir a la mierda sos vos tomarte un micro a cualquier lado y dormir en un hotelucho de por ahí las noches que quieras, o las noches que te alcancen pero no alguna vez vas a tener que volver vas a tener que darle de comer a la perra y vas a tener que llamar a tu mamá, para que no se preocupe y vas a tener que pagar las cuentas del departamento y lavar los platos que todavía no levantaste de la mesa y también vas a tener que llamarlo y pedirle perdón porque siempre llamás y pedís perdón vos y pensás que qué boludeces se me ocurren cuando estoy cansada (y
Yo siento que en cualquier momento me voy a romper. Como esa taza que terminó hecha pedazos porque que ya te habías terminado el café y la dejaste a un costado del escritorio, te pusiste a escribir y ¡ay! un codazo y a la mierda. Como esa taza que no sabés desde cuándo usás todos los días y únicamente es parte de aquel acto tan simple que es desayunar. Esa taza que, es un detalle menor, en el que no pensás nunca, a excepción de las mañanas en las que te levantás y te percatás de lo tarde que estás por llegar a cualquier lado, y apurado, la buscás para tomar algo y salir corriendo. Y una tarde cualquiera pensaste que hacía frío y que te querías tomar un café, y elegiste precisamente esa taza que no tiene nada de especial, pero que es tuya, y eso invalida cualquier otra tentativa de sacar del aparador una diferente. Y te hiciste el café y te sentaste en tu escritorio a terminar ese resumen que estabas haciendo para historia. Y cuando ya no hubo más café que seguir tomando ubicas
Desde hace algunos días me siento mal. Me siento rara y mal. Soy rara y me siento mal. Y escucho noche de perros y tengo ganas de llorar. Y soy más rara cuando escucho noche de perros y lloro. Y quiero estar con vos y no llorar más. Que fumemos un cigarrillo, dos, cinco, diez. Y que te suene el celular y - no voy a atender - atendé y atiendas y mientras escuchás a quien te habla del otro lado, me des un beso en la frente y yo me sienta la mina más feliz del mundo. Y después se haga tarde muy rápido (porque siempre se hace tarde rápido) y me acompañes hasta muy cerquita de mi casa y te despidas y yo no tenga ganas de seguir caminando en la dirección en la que voy, pero me vaya igual. cuando me decís mi amor te quiero abrazar y quedarme con vos todo el día y todos los días.
Día nublado y el té ya frío en la mesada de la cocina. El domingo que parece que no va a terminar jamás; la gata durmiendo en tu cama y dejando cientos de pelitos que, después, indefectiblemente van a llenar tu ropa. El celular que no volvió a sonar. La televisión prendida. ¿Qué vas a hacer? (¿Qué voy a hacer?) Mirar por la ventana. Verlo llegar y que el viento frío del otoño le esté volando la campera. Que no toque ningún timbre, porque sabe que ya lo viste. Y sí. Lo viste. Y un grito te recorrió todo el cuerpo, pero se desvaneció antes de llegar a tu boca. Y vas a recibirlo con un perdón, un te quiero y un café. Y luego va a haber risas y un olvido. Más tarde, también un amor. Mentira. Vos sabés bien. Ésta vez no habrá viento que vuele una campera, ni grito que no llegue a ser, ni café... y ningún amor. Sí algunos perdón. Sí muchos más te quiero. Sí un celular que no va a volver a sonar.
Si cerramos los ojos, jugamos al cíclope; y hacemos de cuatro, un solo ojo para los dos. Uno solo, que mira  y que nos mira; que descubre que tu soledad se asemeja tanto a la mía que, juntas, ya no son ninguna; que reinventa constantemente una infinidad de palabras que, entonces, preferimos no decir; y que derriba toda posibilidad de que, alguna vez, después de esto, volvamos a ser los mismos. (Porque ahora sí que vale la pena no abrir los ojos)