El sueño.
Abrí los ojos. No podía distinguir si era martes o jueves o domingo. ¿Habríamos dormido tanto? No nos acordamos de cerrar los postigos, pero la luz de ese sol que emborrachaba no nos impidió un sueño profundo y tranquilo. Creo que me desperté porque escuché un bocinazo que venía de afuera. O tal vez me desperté y luego oí el bocinazo. No sé. Me estiré en la cama y giré hacia mi derecha. No estabas. Vi la puerta de nuestro cuarto abierta. De pronto una sombra. Eras vos. Te espié. Estabas apoyado en la ventana del living; fumando, descalzo y sin remera. Me quedé obnubilada observándote como dos minutos. Siempre tan perfecto. Te miraba y pensaba lo lindo que estabas con ese vientito que entraba y movía las cortinas y hacía que me llegaran el humo y el gusto de tu cigarrillo parisino. Me dieron unas ganas de fumar. Estiré el brazo y encontré mis lucky. Saqué uno y lo sostuve con la boca mientras me sentaba en la cama tratando de hacer el menor ruido posible. Lo prendí y empecé a