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Mostrando entradas de enero, 2014
y qué si sos una egoísta y una hija de puta y qué si tus amigas te dicen - llamalo - pedile perdón y vos no tenés ganas de llamar, ni de pedir perdón, porque sabés bien que la que tiene que disculparse no sos vos qué si un día te despertaste con la duda de si alguna vez hiciste las cosas bien y no encontrás ninguna respuesta y qué si un día decidís que se pueden ir todos a la mierda o aún mejor, la que se puede ir a la mierda sos vos tomarte un micro a cualquier lado y dormir en un hotelucho de por ahí las noches que quieras, o las noches que te alcancen pero no alguna vez vas a tener que volver vas a tener que darle de comer a la perra y vas a tener que llamar a tu mamá, para que no se preocupe y vas a tener que pagar las cuentas del departamento y lavar los platos que todavía no levantaste de la mesa y también vas a tener que llamarlo y pedirle perdón porque siempre llamás y pedís perdón vos y pensás que qué boludeces se me ocurren cuando estoy cansada (y
Yo siento que en cualquier momento me voy a romper. Como esa taza que terminó hecha pedazos porque que ya te habías terminado el café y la dejaste a un costado del escritorio, te pusiste a escribir y ¡ay! un codazo y a la mierda. Como esa taza que no sabés desde cuándo usás todos los días y únicamente es parte de aquel acto tan simple que es desayunar. Esa taza que, es un detalle menor, en el que no pensás nunca, a excepción de las mañanas en las que te levantás y te percatás de lo tarde que estás por llegar a cualquier lado, y apurado, la buscás para tomar algo y salir corriendo. Y una tarde cualquiera pensaste que hacía frío y que te querías tomar un café, y elegiste precisamente esa taza que no tiene nada de especial, pero que es tuya, y eso invalida cualquier otra tentativa de sacar del aparador una diferente. Y te hiciste el café y te sentaste en tu escritorio a terminar ese resumen que estabas haciendo para historia. Y cuando ya no hubo más café que seguir tomando ubicas
Desde hace algunos días me siento mal. Me siento rara y mal. Soy rara y me siento mal. Y escucho noche de perros y tengo ganas de llorar. Y soy más rara cuando escucho noche de perros y lloro. Y quiero estar con vos y no llorar más. Que fumemos un cigarrillo, dos, cinco, diez. Y que te suene el celular y - no voy a atender - atendé y atiendas y mientras escuchás a quien te habla del otro lado, me des un beso en la frente y yo me sienta la mina más feliz del mundo. Y después se haga tarde muy rápido (porque siempre se hace tarde rápido) y me acompañes hasta muy cerquita de mi casa y te despidas y yo no tenga ganas de seguir caminando en la dirección en la que voy, pero me vaya igual. cuando me decís mi amor te quiero abrazar y quedarme con vos todo el día y todos los días.
Día nublado y el té ya frío en la mesada de la cocina. El domingo que parece que no va a terminar jamás; la gata durmiendo en tu cama y dejando cientos de pelitos que, después, indefectiblemente van a llenar tu ropa. El celular que no volvió a sonar. La televisión prendida. ¿Qué vas a hacer? (¿Qué voy a hacer?) Mirar por la ventana. Verlo llegar y que el viento frío del otoño le esté volando la campera. Que no toque ningún timbre, porque sabe que ya lo viste. Y sí. Lo viste. Y un grito te recorrió todo el cuerpo, pero se desvaneció antes de llegar a tu boca. Y vas a recibirlo con un perdón, un te quiero y un café. Y luego va a haber risas y un olvido. Más tarde, también un amor. Mentira. Vos sabés bien. Ésta vez no habrá viento que vuele una campera, ni grito que no llegue a ser, ni café... y ningún amor. Sí algunos perdón. Sí muchos más te quiero. Sí un celular que no va a volver a sonar.
Si cerramos los ojos, jugamos al cíclope; y hacemos de cuatro, un solo ojo para los dos. Uno solo, que mira  y que nos mira; que descubre que tu soledad se asemeja tanto a la mía que, juntas, ya no son ninguna; que reinventa constantemente una infinidad de palabras que, entonces, preferimos no decir; y que derriba toda posibilidad de que, alguna vez, después de esto, volvamos a ser los mismos. (Porque ahora sí que vale la pena no abrir los ojos)