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Mostrando entradas de diciembre, 2014

El sueño.

Abrí los ojos. No podía distinguir si era martes o jueves o domingo. ¿Habríamos dormido tanto? No nos acordamos de cerrar los postigos, pero la luz de ese sol que emborrachaba no nos impidió un sueño profundo y tranquilo. Creo que me desperté porque escuché un bocinazo que venía de afuera. O tal vez me desperté y luego oí el bocinazo. No sé. Me estiré en la cama y giré hacia mi derecha. No estabas. Vi la puerta de nuestro cuarto abierta. De pronto una sombra. Eras vos. Te espié. Estabas apoyado en la ventana del living; fumando, descalzo y sin remera. Me quedé obnubilada observándote como dos minutos. Siempre tan perfecto. Te miraba y pensaba lo lindo que estabas con ese vientito que entraba y movía las cortinas y hacía que me llegaran el humo y el gusto de tu cigarrillo parisino. Me dieron unas ganas de fumar. Estiré el brazo y encontré mis lucky. Saqué uno y lo sostuve con la boca mientras me sentaba en la cama tratando de hacer el menor ruido posible. Lo prendí y empecé a
Íbamos caminando entre las góndolas. Mis viejos iban medio metro adelante mío. Me puse a pensar en qué debe tener de divertido ir a coto a mirar juegos de jardín o televisores y se los pregunté. Mi mamá se rió. Mi papá dijo que era como la quinta queja que me escuchaba en los diez minutos que llevábamos ahí. Entonces no dije nada más y empecé a mirar a la gente. Me di cuenta de que había muchas parejas. Me detuve especialmente en una. Tendrían 45 años cada uno. Estaban mirando unos almohadones tipo hindúes. Con lentejuelas y muy coloridos. A ella le gustaban. Los quería llevar y se lo hizo saber a su marido, que le dijo que eran lindos pero tenía cara de que le parecían espantosos. Después creo que se fueron. O me fui yo. Me lo imaginé a él, sentado en el sillón de su casa. Con la televisión prendida. Los almohadones hindúes sobre el tapizado beige. Pablo (tenía cara de Pablo) apoyando los codos sobre las rodillas, la cabeza pesada, entre las manos; mirando los horribles alm