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Mostrando entradas de diciembre, 2017
Acá en casa todos saben. Cuando la migraña decide quedarse y hacerme compañía es porque hay tristeza. A mi papá lo enoja, lo sé, pero guarda silencio. A mi mamá secretamente le doy pena, pero qué va a ser, ella cocina igual. A mis hermanos les es indiferente, o eso parece. A la más grande le duele un poco más verme tan deshecha. Pero en fin, son asuntos míos. No tienen por qué meterse. Sin embargo en el fondo asumo que les da pereza, saben que en estas situaciones nadie más puede acotar. Los demás sobran. Quizás también sobro yo. Está por verse. En las cuestiones del corazón decidir siempre es tan difícil. Aún no es tiempo. Habrá que esperar al desvelo, cuando el único dolor sea en el pecho y no haya medicamento que lo sane porque simplemente está como aplastado y duro. Habrá que soportar un poco más el sonido hueco. Es tan similar al de los tambores de ritual. Pero sin velas. Sin maíz. Sí mucha sangre en el piso. En el medio del colchón. Hoy a media noche, el sacrificio soy yo.