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Mostrando entradas de mayo, 2015
pensar que con vos me sentía tan grande tan prematuramente adulta o tal vez simplemente creía que no era la nena que en realidad siempre fui hasta el otro día que me di cuenta de que sí se puede olvidar del día a la noche y que aunque vos ya no te acuerdes yo te voy a seguir queriendo igual
Te escapaste por el margen de la hoja cuadriculada como yo me escapé de tu casa esa mañana en la que tanto llovía. Sabíamos que no volveríamos. Ni vos a esa hoja tan llena de tachaduras y manchas de tinta en la que está escrita mi vida, ni yo a tu habitación de paredes frías. Gracias.  No por irte;  sino por no avisarme  que venías.

Ir

A las tres de la tarde salía el tren que te llevaría al lugar en el que nunca antes querrías haber estado. Un lugar parecido al que yo conocía bien, y decidí abandonar a pie. Cuántas veces había estado yo buscándote en las ventanillas en las que sólo encontré niños riéndose junto a madres que querían callarlos, matrimonios tan viejos que parecían de papel de calcar, hombres sin equipaje; y sin embargo no te había encontrado. Esperaba verte con algún libro en la mano y la sorpresa de advertirme entre la multitud que esperaba ansiosa en el andén. Y vos no subías. Dabas vueltas y te escondías tras las columnas de la estación. Parecía que jugabas a las escondidas. El domingo me desperté sabiendo que te encontraría. Corrí mucho y llegué con cinco minutos de sobra para verte subir al segundo vagón antes de que el tren, por fin, partiera. Y subiste. Te acomodaste en tu butaca y cerraste los ojos justo cuando agité la mano para despedirme de vos. No me viste. El tren salió y vos no vol
quiero que me arrastres  hasta tu calle hasta tu casa hasta tu colchón quiero abrir tu puerta a oscuras chocarme contra los muebles que te despiertes de mal humor que aceptes de buena gana (como siempre) mi perdón quiero que me cortes en veintiún pedazos con el filo de tus labios y que me arregles con hilo y aguja y un botón

Nostalgias

"Pienso que hay cosas que, por mucho amor o confianza que uno pueda llegar a sentir por el otro, no se dicen nunca. Y a mí hoy me parece una pena confesarme que podría haberte dicho que tenía mucho miedo de volver a sentirme tan sola, porque pienso que por amor, o más probablemente por lástima, hubieras permanecido junto a mí algún tiempo más. Imágenes mentirosas de la esquina de tu casa a las ocho de la noche. Un cigarrillo o dos. Las luces de los autos que pasaban rápido por la avenida. Tengo la certeza de que nunca más voy a poder sostenerte la mirada sin llorar lágrimas de hielo o de bronca o de tristeza, y es eso lo que me hace sentir tan mal. Espero que puedas entender... o espero yo poder entender sos vos quien se va. Que estoy como al principio; y que después de un par de meses ya no me voy a sentir tan mal, porque alguien (quizás yo misma) me consolará." A Guadalupe le temblaron las piernas cuando encontró el papelito rosa tan prolijamente doblado en el bols
Qué triste que te hayas alejado, que fueras olvidándome mientras caminabas arrastrando la planta de tus pies tan pálidos por el pasto colorado. Que las espinas de los rosales te hayan rasgado el vestido y que a vos no te preocupara. Que no hayas mirado atrás. Que no me hayas mirado atrás, aún sabiéndome tan cerca y tan lejos, tratando de ignorar que observaba tu caminar pausado entre las plantas que abrían camino a tu paso. Sé que te caíste. Que tropezaste con alguna raíz de roble o de sauce o de cedro, y que te mirabas con desesperación las rodillas ensangrentadas hasta que un alma encerrada en el cuerpo de una mujer llegó para tomarte de la mano y ayudar a que te irguieras. Alguien más te ayudó a llegar al río y pudiste borrar toda la sangre de tus piernas con el agua cristalina que corría entre las rocas. Al llegar la noche yo ya no existía. Y aunque no existiera, recuerdo haber soñado con los pájaros y las flores que, después supe, guiaron tu camino hacia la cima de aquel monte

Acerca de la muerte

A vos, que me observás mientras escribo estas pobres líneas, y digo pobres como podría decir vagas, pero vos me estás mirando y yo lo sé porque puedo sentir tus ojos clavados en mi nuca o tal vez en el cuello de esa remera verde y tuya que un día elegí como mi piyama. Y al girar la cabeza veo cómo terminás de otra vez bajar las persianas de tu mirada color miel para seguir durmiendo, porque qué tan loca se puede estar para despertarse de sopetón un martes a quién sabe qué hora de la madrugada, buscar apenas con la punta de los dedos este anotador con pocas hojas sin usar y una birome a la que algún día se le perdió la tapa, y ponerse a escribir sabrá Dios qué cosas. Y Dios no sabe pero quiero que vos sí sepas, mañana cuando te despiertes y otra vez yo no esté al lado tuyo en la cama tibia que poco a poco se irá enfriando, obligándote a mejor levantarte y vestirte, porque el aroma del café que empecé a preparar hace tres minutos te dirá que ahí estoy para contarte que anoche soñé que