vicky adolescente. enojada, triste y sola. vicky que sentía que nadie quería ni entendía. incontables noches llorando, horas desperdiciadas discutiendo con gente a la que amaba, días enteros disociando, con sensaciones físicas terribles, con ataques de pánico. esta era la yo que salía a la calle. que se iba a cursar, a comer pizza a la casa de una amiga, que iba a laburar quince horas parada atendiendo a gente cheta de costa del este, siempre renegando de todo eso. solía odiarme, aunque con el tiempo aprendí que de todos modos no era mala. estaba herida, y aún lo estoy, aunque de otra manera.

un día sin darme cuenta me rendí. naturalmente, como cuando era chica y mi papá me había enseñado, intenté conversar con mi Dios. ciertamente incrédula. me burlaba de mí misma por hacerlo. sin embargo, comencé a esperar ese momento del día. era el único instante en el que me sentía tranquila. no lo hacía esperando algo en particular. solamente era una desesperada y solapada necesidad de sentirme amada. y con el tiempo pude ver. recibir las delicias de Su diestra es la maravilla más grande de mi vida. paso los días como una criatura pequeña que se sorprende a cada instante. todos los días aprendo a ser hija, y Él sabe tener tantos gestos de amor conmigo. a veces siento que merezco y a veces que no merezco nada. la realidad es que hay tanto que aún no sé y no comprendo. sólo sé que es gracia y amor. 

y aunque me equivoco mucho y todos los días termino llorando, gracias Papá por haberme perdonado. 

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